Cristiano, aunque solo ya, emprendió con buen ánimo su marcha, y vio venir hacia sí, por medio de la llanura a uno que al poco trecho se encontró con él. Se llamaba sabio-según-el-mundo, y habitaba en una ciudad llamada Prudencia-carnal, ciudad de importancia, a poca distancia de la ciudad de Destrucción. Había oído hablar de Cristiano, pues su salida de la ciudad había hecho mucho ruido por todas partes, y viéndole, comenzó a hablar con él: |
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| Bien hallado seas, buen amigo; ¿adonde vas con esa pesada carga? | |
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| En verdad que es pesada; tanto, que, en mi sentir, nadie jamás la ha llevado igual. Me dirijo a la puerta angosta, que está allá delante, pues se me ha informado que allí me comunicarán el modo de deshacerme de ella. | |
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Sabio-según-el-mundo preguntó al peregrino sobre su familia y sobre la carga que llevaba en su espalda. Él, sin ocultarle nada le contó todo y Sabio-según-el-mundo le preguntó: |
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| Y ¿Quién te dijo que vinieras por este camino? Veo que ya caíste en el Pantano del Desaliento. | |
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| Una persona al parecer muy respetable y digna de consideración. Recuerdo que se llamaba Evangelista. | |
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Sabio-según-el-mundo se enojó y le dijo que ese hombre era muy malo, y que ese camino era el mas malo que pudo existir. Y le dio un consejo: |
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| Mira: en ese pueblo próximo que se llama Moralidad ad, vive un caballero de mucho juicio y grande reputación, llamado Legalidad, muy hábil para ayudar a personas como tú, habilidad que tiene acreditada con muchos; sobre esto tiene también suerte para curar a personas tocadas en su cerebro. | |
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| ¡Muchísimas gracias noble señor! | |
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